miércoles, 9 de marzo de 2011

Día 1. Diario del dueño de un perro zombie. “Las correas salvan vidas”



Antes de nada y para que quede claro: no soy Pete Doherty. Aclarado esto, me gustaría compartir con vosotros un tema que empezó a preocuparme sólo veinte segundos después de que Fox se “convirtiera”. Su correa. Es decir, ¿el pequeño arnés antialérgico con diseño anatómico y fabricado de un material que respetaba su suave piel podría aguantar su furia zombie?

Desgraciadamente no fue así, queridos amigos. Os lo puedo asegurar. A Fox le fue tan fácil deshacerse de la correa como a nosotros comernos un conejo a la cazuela. Vomitó un poco de sangre, se detuvo a olisquearla unos segundos y de repente ¡bam! Ya la había roto. El ajustador metálico estaba hecho añicos. El muy cabrón lo había roto tensionando los músculos del cuello.

Mágico, ¿verdad? Fue una revelación de poder animal en su máximo esplendor. Como los tiburones blancos que se impulsan fuera del agua para cazar una foca o, no sé, un emú.

En ese momento Fox me miró desafiante. Orgulloso de sí mismo como Steve McQueen en esa peli en la que iba en moto. Entonces, con paso tranquilo se abalanzó sobre mi cuello.

Un pequeño incidente. La verdad es que no tuve que hacer casi nada para quitármelo de encima. Sólo tuve que usar una piedra que tenía a mano y reventarle la cabeza a golpes. Pobrecito. Aún ahora le supura materia gris por la oreja derecha.

Ese día sentí no haberle puesto una correa adaptada también para perros zombie. Por ello, si no queréis llevaros un disgusto, os recomiendo que uséis una correa de estrangulamiento de aleación de titanio. Chrome CSP tiene unas a buen precio. Créeme, esa correa ha salvado la vida a Fox.

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