jueves, 10 de marzo de 2011

Un lugar para crear (II)

CONTINÚA DESDE UN LUGAR PARA CREAR (I)

Era difícil no prestarle atención a Wyamott cuando contaba sus anécdotas. Tal vez fueran los elásticos movimientos de sus anchos brazos repletos de cadenas y placas metálicas, su estruendosa voz de nebulosa o el tintineo de los pequeños cascabeles que colgaban en dos trenzas de rojizos mechones de pelo en su barbilla; pero por un motivo u otro, el espeso cúmulo de clientes que ese día visitaban uno de los planos del hiperlocal estaba inmerso de tal manera en su historia que sólo parecían existir en ese momento las miles de frecuencias de vibración invisibles que los cognoquantums emitían para que nadie se perdiera ni un detalle de la historia de Wyamott.

- Y entonces… ¡PAUM! Mi nave, un interceptor D-Taurus exclusivo que había conseguido tras competir en las Olimpiadas Crucero de Semnemmerón y al que me había molestado en mejorar con los últimos avances en… ¡Adivinadlo! Los hipermotores de CoXx, en Vucrail Delsus, se estrella contra la superficie de aquél planeta -algunos oyentes se estremecieron, en parte por imaginarse tantos materiales de primerísima calidad desperdiciados entre las ruinas de un accidente naval-. ¡Una reostia de órdago! Menos mal que mis sistemas de seguridad Gordvikh, de serie ya en el D-Taurus como sabéis, amortiguaron el impacto. ¡Y la verdad, esa es una de las cosas que me resultó extraña! El impacto no fue como chocar contra una inerte y áspera enorme roca a la deriva en el Espacio. No, fue algo más cómo… no sé, como golpearte contra un enorme estómago forrado de piedras, ¿me seguís?

Apasionados por la narración y atraídos por obtener respuestas, todos los seguidores de Wyamott se vieron obligados a decir que sí. El pelirrojo bribón continuó:

- Total, que estoy más cabreado que una alimaña forvogg [*ver "Curiosidad" a pie de página*] en mitad de la noche, y mientras estoy pensando cómo voy a reparar el chasis de un D-Taurus en mitad de ninguna parte sin disponer de piezas de respuesto, mi intercomunicador emite un pitido. Y después un mensaje: «Querido navegante estelar, es mi deber como portavoz del Gabinete de Macroabogados del Sistema Orikorm informarle de que le será impuesta una denuncia por agredir a uno de nuestros clientes, con el agravante de tratarse de un vehículo y además con estilo. El grado de pena que se le aplicará por su delito será determinado por un jurado imparcial nombrado por los miembros de la Convención Cosmoluxa de Leyes Orikromianas. Permanezca atento a los canales de comunicación personales para más noticias». ¡Y claro! Pues me entró el respeto, porque entonces pensé que durante mi accidente había aterrizado sobre alguna criatura viva para convertirla en un amasijo de tripas y metal. Así que salí de la nave y miré bajo el chasis, buscando restos de lo que pudiera haber sido, ya sabéis, el cliente de algún “macroabogado del Sistema Orikorm”. Pero ni rastro, nada. Sólo humo y las piezas chamuscadas y abolladas de mi D-Taurus.

»¡Pues adivinad qué! Cuando, qué se yo, catorce megaclicks más tarde llega una nave que yo pensaba iba a ser alguna de esas esferogrúas que podría acarrear con mi D-Taurus, resulta que es una dotación de macroabogados de marras. La cosa es que no llegan a aterrizar, si no que se quedan flotando en el aire a algunos metros y aprovecho entonces para disculparme.

»Les digo que no me ha parecido chocar contra nada, que los sensores de mi nave no habían recibido señal alguna de vida. Vamos, que era a todas luces imposible que mi D-Taurus hubiera espachurrado ningún ser vivo allí, y menos un ser vivo que tuviera a su disposición un equipo de macroabogados. Pero entonces, los tíos estirados se me rien en la cara. Y me dicen que no me ande por las ramas, que es obvio que no he aterrizado sobre criatura alguna, porque mantienen a su cliente limpio y aseado de forma constante. Y entonces yo me quedó con cara de… -Wyamott, en este instante del relato, hizo una mueca en la que sus espesas cejas parecieron querer alcanzar mediante mechones rebeldes los cascabeles de su barbilla-. Así que ellos me explican que el Sector Orikorm no es un sector planetario corriente, si no una especie de retiro a gran escala, como un geriátrico para grandes masas. Y yo le digo que no me ha parecido ver a ningún abuelo apalancado por aquí sin hacer nada, y ellos me dicen que eso es porque estoy encima de él. Y yo: “oh vamos, no me punches” (Nota: Esta es una expresión extraída de los combates a vibromachete de la luna de Egnorbius y que hace referencia a un movimiento prohibido en las competiciones legales. La usa en todo el Universo cualquier ser o creación cognitiva que pretenda hacerse el duro mientras explica, por ejemplo, que ha tenido un accidente con su D-Taurus sobre un planeta vivo). Y los macroabogados me explican que su gabinete adquirió estas coordenadas para poder dipositar en ellas a planetas racionales que no quisieran encontrar su fatídica hora por implosión de la estrella de su sistema o que quisieran evitar una ráfaga de asteroides entrando en su atmósfera (Nota: A cualquier lector le sorprendería lo reacios que son los planetas conscientes a perder parte de su masa y verla orbitar después alrededor sin poder recuperarla. Muchos macropsicólogos han demostrado que los planetas con muchos satélites alrededor son más propensos a sufrir ataques de ansiedad y depresión). ¡Qué os parece la broma!

- ¿Y cómo solucionaste el problema legal? -se animó a interrumpir, debido a la curiosidad, Juliux.

- Eso fue difícil. Tras hacerles revisar mi archivo de a bordo y algunas disculpas formales con el planeta al que abrí un agujero, fue él mismo el que desestimó la acusación porque dijo que en realidad había apreciado mi accidente, que hacía mucho que nadie se animaba a perforar su superfície. En el fondo los planetas vivos son unos buenazos.

Los sistemas comunicativos de los oyentes de Wyamott se fragmentaron en risas, aplausos, silbidos o flatulencias, según el protocolo cultural de cada uno. Cerilia intervino arañando con su fina voz el tumulto de las vibraciones de cognoquantums como si rozara la cuerda de un violín con un tenedor:

- Yo siempre he creído que hacérselo con uno de esos planetas conscientes tiene que ser una pasada.

- ¡Vamos, Cerilia! ¿Cómo ibas tú, con tu metro sesenta y tu flácida piel violeta, enrollarte con una inmensa roca de núcleo líquido con la fuerza gravitatoria suficiente como para sostener miles de yottagramos de lava y placas de tierra? -contestó con un estridente tono un plogniano de coloridas plumas llamado Rutwikki.

- Te sorprendería las capacidades de cortejo que llegamos a tener los audrixianos, pequeño. ¿No os he contado ya aquella cita que tuve con una anomalía gravitatoria? Eso sí era pura atracción…

- ¡Parece que sea la única cita que has tenido nunca, ricura! Podrías renovar tu repertorio… -instigó Juliux.

- Y tú supongo que te crees más orgánico por usar palabras como “ricura”, eh… -arremetió Cerilia.

Y es que Juliux era lo que ese secreto grupo de expertos bautizadores de términos que se dedica a poner nombre a todo lo que la gente llama “eso” o “cosa” llamaba un lifeborg. Según se dice, los lifeborgs son originarios de la colonia Vetexus, antaño un prolífico planeta-fábrica centro de la industria y tecnología de su galaxia abandonado a su suerte y su deterioro tras el colapso económico al que se enfrentaron los vetexianos en el año 34202/A de su calendario estándard. Tal fue la premura con la que los vetexianos abandonaron esa colonia que no repararon en desconectar ninguno de sus núcleos de energía ni procesadores, por lo que aunque las máquinas que allí vivían ya no tenían órdenes específicar de trabajo seguían estando activas y perceptivas. Con los siglos, todas las máquinas que los vetexianos habían abandonado despreocupadamente fueron ganando el sentido de la identidad y empezaron a considerar su situación alguna especie de oportunidad única para dar un paso allí donde el resto de máquinas del Universo simplemente apretaban una tuerca. Así que, a la inversa de lo que suele suceder en el resto de planetas, todos los robots y máquinas de Vetexus empezaron a investigar, cultivar y desarrollar tejidos vivos que más tarde se implantaban para sustituir su desecho esqueleto metálico por una estructura más harmoniosa con la voluntad de la Creación.

Juliux era un lifeborg de última generación, pues tan sólo conservaba de robot su modulador de voz y el depurador de residuos líquidos (había querido dejar este órgano para el final de su conversión a criatura orgánica porque su eficiente tasa de depuración le permitía ganar apuestas de “a ver quién tarda más en tumbarse a chupitos” en todo el cosmos) conectado a su estómago. Dada la profunda filosofía de los lifeborgs y su enorme empatía hacia la naturaleza, para éstos era una ofensa de gravedad el que aún no se les reconociera como organismos vivos. Que es lo que Cerilia acababa de insinuar.

- No es necesario faltar a nuestro amigo -pacificó los ánimos Wyamott-. Además, seguro que su largo viaje desde Vetexus le ha comportado muchas anécdotas de interés, ¿verdad? ¿Aún lo llamáis Vetexus?

- Lo cierto es que, en nuestro hogar, llamamos Padre al planeta -dijo Juliux simulando tan bien como le permitiera su modulador de voz la ternura de un poeta que añora su tierra natal-. Pero sí, oficialmente aún conservamos el antiguo nombre.

- Es enternecedor. Dime, ¿cómo os reproducís los lifeborgs? -preguntó, en realidad con más curiosidad de la que su casi despectivo tono sugería, Cerilia.

- Hemos cogido como modelo el antiguo sistema reproductor de los venexianos, que considerábamos bastante óptimo. Dividimos a nuestros hermanos en dos castas: emisores y receptores. Cada dos semanas tras la implantación del sistema reproductor, los emisores acumulan en unas vesículas ciertos jugos que contiene material genético y proteínas de ayuda al desarrollo. Tras esas dos semanas las vesículas pueden vaciarse, pudiendo hacerse de dos maneras: mediante acoplación de la zona lumbar con un lifeborg receptor y la transfusión de los jugos a unas cavidades esponjosas rociadas de nutrientes esenciales o simplemente abriendo los canales de desecho que tenemos en la zona de…

Cerilia levantó una mano, evitando que Juliux se inclinara sobre la repisa en la que estaban situados sus refrigerios.

- Vale, me hago una idea. Pero no parece un proceso demasiado divertido. No tenéis algo… no sé, algo que conlleve endorfinas, adrenalina, luxaestelina… algo que se parezca a un orgasmo, demonios.

- Somos conocedores de que muchas especies, como añadido a los procesos fisiológicos que comportan la reproducción, obtienen como beneficio ciertas conductas estimulantes -señalo sin ninguna emoción Juliux-. Pero nosotros no necesitamos motivación adicional alguna, el mero hecho de saber que estamos contribuyendo a poblar este Universo con nuevos y mejores seres ya es una satisfacción suficiente para nuestros procesadores.

- Menudo aburrimiento -resopló Cerilia. Entonces, envolvió con sus delicados dedos púrpura un recipiente translúcido que emitía de vez en cuando una fragancia aromatizante para la bebida que contenía y, alzándolo hasta la altura de las oscuras pecas abultadas de su frente, dijo en voz alta:-Propongo un brindis por las historias de Wyamott, los planetas sementales y la insulsa reproducción de los lifeborgs.

Centenares de recipientes chocaron unos con otros en distintos planos topológicos y frecuencias energéticas, mientras Juliux echaba de menos en su cerebro los microprocesadores satíricos de su cuerpo robótico para saber hasta qué punto el brindis de Cerilia debía considerarse una ofensa para él.

*Curiosidad: Las alimañas forvogg son unas babosas criaturas del planeta Yukturán las cuales, aunque durante el día no parecen demostrar ningún hábito violento o compulsivo, en las horas nocturnas se convierten en feroces bestias que han llegado a devorar cascos de naves y excavar galerías en la superfície de roca madre simplemente por el hecho de tener algo que mordisquear, arañar o roer. La explicación que los xenobiólogos de Yukturán han dado al comportamiento de las alimañas forvogg es que durante el descenso de las temperaturas en la noche, la baba que recubre estas alimañas se endurece formando pequeños cristales que resquebrajan su cutícula en las intersecciones donde ésta se vuelve membrana y músculo, provocándoles un dolor -y consiguiente cabreo- tremendos. Otra teoría dice que el enfado de las alimañas forvogg durante horas nocturnas se debe simplemente a que odian ir golpeandose sus diminutos dedos contra las esquinas por la falta de luz.

**Publicado por primera vez en 'Vida Cúbica', mi blog personal

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